La llegada de un bebé es uno de los acontecimientos más bonito de nuestra vida pero también un gran cambio emocional.
Cuando los momentos de felicidad se mezclan con sentimientos de angustia y de tristeza , estamos hablando de lo que los especialistas de la salud denominan Baby blues. Una melancolía que muchas veces se confunde con la depresión postparto pero que poco tiene que ver con ella.
¿Cuáles son los signos que nos alertan que estamos pasando por un baby blues? ¿Cuáles sus causas y las soluciones que podemos encontrar? ¿ En qué se diferencia de la depresión postparto? Intentamos hacer el punto sobre el tema a continuación.
Sentirse casi inevitablemente indefensa
Desde que el test de embarazo dio positivo hasta tener al bebe en nuestro regazo ha pasado casi un año en el que han ocurrido multitud de cosas. Hemos anunciado nuestro embarazo, lo hemos vivido mes a mes ( unas veces bien , otras veces con algún que otro contratiempo)… También hemos hecho, para nuestro futuro hijo, multitud de planes para que tenga una vida estupenda. Hemos preparado su ajuar y todas las cosas que va a necesitar desde el principio. ..Y de pronto, ¡Ya está aquí y parece que nada es como lo habíamos imaginado!
Entonces es cuando puede aparecer el baby blues,casi siempre 3 o 5 días después del parto.
En este periodo sentimos simultáneamente alegría, orgullo y amor por nuestro bebé pero también ansiedad y miedo. Lloramos por nada y por todo, nos sentimos solas, incomprendidas, “depre”. Una melancolía nos invade sin importar que seamos primerizas, jóvenes o más mayores. Todas vivimos esa “tristeza del alma” aunque muchas no nos demos cuenta y otras no queramos reconocerlo.
¿Qué he hecho mal para sentirme así?
Como casi siempre, y a pesar de los muchos estudios que se han hecho, no se sabe a ciencia cierta cuales son las causas del baby blues. Desde luego no somos por eso ni un “bicho raro” ni una mala madre, todo lo contrario, estamos descubriendo cosas tan nuevas como nuestro bebé.
Estos son varios factores que podrían justificarlo :
- Las hormonas: después del parto se produce un gran cambio hormonal. Mientras que las hormonas del embarazo bajan de golpe, el cuerpo produce nuevas hormonas que favorecen la lactancia.
- Los cambios físicos: durante nueve meses nos hemos ido acostumbrando a nuestras redondeces, a admirar nuestro vientre y a verlo moverse. El ha sido el centro de atención de todos: el ginecólogo lo ha mirado en todos sus ángulos, el papá lo ha acariciado y ha hablado al bebé a través de él… y de pronto ¡Se ha deshinchado como un globo y ha perdido todo interés!
Ahora, en la habitación, todas las miradas y las palabras están focalizadas en esa personita que acabamos de traer al mundo. De repente, sentimos el vacío. A veces hace falta semanas para aceptar ese nuevo cuerpo que nos ha quedado.
- Nuevas responsabilidades: tenemos a partir de ahora otra persona a nuestro cargo. Una personita que tenemos que cuidar y ayudar a crecer. Una novedad que tenemos que comprender día a día, porque el nacimiento de un bebé es una mutación profunda que nos hace madre .
- El cansancio: al cansancio que produce el parto tenemos que añadir la falta de sueño producida por el ritmo de sueño-vigilia tan corto que tiene el bebé y también a las numerosas visitas que vienen a conocer al recién nacido y que, a la larga, también nos agotan de alguna manera.
- Nuevos sentimientos y preocupaciones: De pronto tenemos que alejarnos del bebé idealizado durante el embarazo para acercarnos al que tenemos en brazos. ¡A veces no es fácil!
Habíamos soñado un bebé parecido a su papá o a nosotras mismas y de pronto es todo lo contrario a lo imaginado! Además llora mucho, mira raro, es extraño… ¿Vamos a ser capaces de cuidarlo?
Un montón de preocupaciones y un sentimiento de culpa por no sentirnos inmediatamente como una madre perfecta se mezclan con el agotamiento y nos hacen sentir mal. Nos angustia que ya no esté el bebé protegido y a salvo en el interior de nuestro cuerpo.
- Nuestro entorno: A veces nuestro entorno puede trivializar lo que sentimos y acentuar nuestro sentimiento de culpabilidad frente a la tristeza. Otras veces será la ausencia de ayuda y la decepción por no estar a la altura de lo que esperábamos de él lo que nos pondrá tristes.
¿Estoy pasando por una depresión?
El baby blues no es ninguna enfermedad y desaparece por sí solo en unos días o semanas. Lo mejor para que desaparezca es:
- Reposar cada vez que podamos para no ir acumulando demasiado cansancio.
- Evitar quedarnos solas.
- Pedir ayuda cuando no lleguemos a todo.
- Hablar de nuestros sentimientos con nuestros familiares y en ultima instancia con un profesional.
Si la tristeza persiste o se intensifica, si nos angustiamos por detalles, si aparecen los síntomas semanas o meses después del parto ya no se trata de baby blues, de tristeza, sino de una depresión.
La depresión postparto puede tener unos síntomas que se pueden confundir con la melancolía o baby blues.
- Cansancio se hace constante y no nos recuperamos ni con el reposo.
- Insomnio y palpitaciones.
- Dificultad para respirar.
- Ganas constantes de llorar ( y a veces no ser capaz de hacerlo).
- falta de apetito y perdida de peso.
- sentimientos muy negativos.
En estos casos, y si es durante un largo periodo de tiempo es recomendable la atención de un especialista.
¿Padecen los papas el baby blues?
Algunos papás tampoco se libran de este paso. Han estado durante todo el embarazo a nuestro lado, acompañándonos, tranquilizándonos, ayudándonos en los preparativos… También sufren el cansancio que produce el dormir en fracciones de tiempo, al ritmo del bebé.
Además, al convertirse en padres ellos también tienen nuevas responsabilidades y nuevas obligaciones que pueden llegar a asustarles también. Por otro lado, se sienten a menudo desatendidos, abandonados y apartados en la relación que hay entre la madre y el bebé, sobre todo en el momento de la lactancia.
No tenemos que olvidar ponernos en la piel el uno del otro y hablar de todo lo que nos ocurre. Es la mejor forma de llevar a cabo esa tarea tan ardua como bonita que es criar a nuestros hijos dejando atrás la tristeza y la melancolía.